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El redescubrimiento de la Cueva del León, la mina de ocre más antigua del mundo, revela la sorprendente creatividad y complejidad cultural de las primeras comunidades hace 48.000 años.
En las montañas de Ngwenya, en el corazón de Eswatini, un grupo de arqueólogos han identificado lo que ya se reconoce como la mina de ocre más antigua del mundo, un sitio que data de al menos hace 48.000 años. Este extraordinario descubrimiento no solo amplía nuestra comprensión sobre los primeros usos del color en la expresión humana, sino que también revela complejas redes sociales, económicas y culturales entre las comunidades de cazadores-recolectores del sur de África.
Descubren la mina de ocre más antigua del mundo: está en África, tiene 48.000 años y es el origen del color favorito de la Edad de Piedra (Christian Perez)
El estudio, publicado recientemente en Nature Communications, detalla cómo el Lion Cavern ("Cueva del León" o "Caverna del León") fue un punto clave en la extracción intensiva de ocre, un pigmento mineral utilizado desde tiempos inmemoriales para propósitos simbólicos, artísticos y prácticos. Este sitio arqueológico nos muestra que nuestros antepasados no solo sobrevivían, sino que también creaban, comerciaban y transformaban su entorno con notable sofisticación.
El ocre, un mineral de tonos rojizos, amarillos y violetas, ha sido empleado por nuestra especie durante al menos medio millón de años. Para muchos arqueólogos, este pigmento representa uno de los primeros pasos de la humanidad hacia el arte y la simbología. Desde pinturas rupestres hasta ceremonias rituales, el ocre ha dejado su huella en casi todas las culturas conocidas.
“El ocre es el pigmento más antiguo conocido por el ser humano para representar su mundo”, explica el Dr. Gregor Bader, uno de los investigadores del proyecto. Pero su uso va más allá del arte; también desempeñaba un papel esencial en rituales funerarios, como adhesivo para herramientas o incluso en prácticas curativas.
En la Cueva del León, los científicos han identificado un uso sistemático del ocre que trasciende la mera extracción. Según el análisis de 173 muestras, los habitantes del lugar seleccionaban cuidadosamente las formaciones geológicas que ofrecían las propiedades físicas y químicas deseadas, como la tonalidad, la adhesión o la resistencia a la intemperie. Incluso mezclaban el mineral con elementos como grasas animales, sangre y resinas vegetales, creando complejas fórmulas que indican un profundo conocimiento químico.
El estudio revela que las comunidades que habitaron esta región no actuaban de manera aislada. La Caverna del León era parte de un intrincado sistema de interacciones sociales y económicas que abarcaba largas distancias. Según los investigadores, el ocre extraído en Eswatini fue transportado a lo largo de cientos de kilómetros, probablemente a través de redes de intercambio que conectaban a diversas comunidades.
La minería de ocre no era solo una actividad funcional; era una práctica social profundamente interconectada, comenta Bader, quien señala a su vez que su extracción y uso reflejan un sistema de transmisión de conocimiento que se perpetuó durante miles de años.
Estos hallazgos también sugieren que los grupos de cazadores-recolectores estaban organizados de forma compleja, con roles definidos y una movilidad significativa. Por ejemplo, se identificaron patrones de transporte de ocre desde Eswatini hacia regiones cercanas, lo que apunta a una economía prehistórica que dependía del intercambio de recursos y conocimientos.
Ejemplos representativos de artefactos que ilustran cada grupo composicional. Créditos: B.L. MacDonald et al. 2024.
La mina no solo es testigo de la habilidad artística de los primeros humanos, sino también de su capacidad para modificar su entorno. Utilizando herramientas rudimentarias, los mineros prehistóricos extraían grandes cantidades de mineral, adaptando la estructura de la mina para maximizar su acceso a los recursos. Este proceso es una de las primeras evidencias de cómo los humanos comenzaron a transformar activamente el paisaje para satisfacer sus necesidades.
En este lugar observamos cómo los primeros humanos comenzaron a moldear su entorno de una manera que trasciende la supervivencia básica. Se trata de un precursor de las relaciones complejas entre los humanos y su entorno que vemos hoy en día.
A pesar de su antigüedad, este sitio sigue teniendo un profundo significado cultural en Eswatini. En la actualidad, las comunidades locales utilizan el ocre en ceremonias de boda y rituales de sanación, manteniendo viva una tradición que se remonta a miles de años.
Lo más fascinante de este descubrimiento no es solo su antigüedad, sino su capacidad para conectar el pasado con el presente. En Eswatini, el ocre sigue siendo una parte fundamental de la identidad cultural. En las bodas tradicionales, por ejemplo, las novias son pintadas con una mezcla de ocre rojo y grasa animal, un ritual que simboliza la transición hacia un nuevo rol dentro de la comunidad.
Este uso contemporáneo del ocre refleja una notable continuidad cultural. A través de los siglos, este pigmento ha servido como un puente entre generaciones, encapsulando los valores, creencias y creatividad de las comunidades que lo emplearon.
La Caverna del León no es solo un sitio arqueológico; es un testimonio vivo de la creatividad y el ingenio humano. Este descubrimiento redefine nuestra comprensión de las primeras sociedades humanas, mostrando que, desde sus orígenes, nuestra especie ha estado profundamente comprometida con el arte, la simbología y la innovación.
Además, la investigación en esta área pone de relieve la importancia de preservar los sitios arqueológicos y el conocimiento ancestral que contienen. Como señala el equipo, estos hallazgos no solo iluminan el pasado, sino que también pueden ofrecer lecciones para el futuro, desde prácticas sostenibles hasta nuevas formas de entender nuestra relación con el entorno.